El One Piece está basado en un tesoro real


Hace casi tres siglos en la horca el legendario pirata francés Olivier Levasseur, alias "El Gavilán", gritó una frase hoy mítica a toda la multitud, misma que dio pie a un misterio todavía por resolver.

Todo empezó el 7 de julio de 1730 en Saint-Denis, en la colonia francesa de la isla de Bourbon (actual Reunión), donde Levasseur fue condenado por sus fechorías. Ya con la soga al cuello y a las puertas del sueño eterno, sacó de su collar un criptograma de diecisiete renglones y lo arrojó al gentío, gritando “QUÉ ENCUENTRE MI TESORO EL QUE PUEDA ENTENDERLO!”

El público eufórico se peleó por el papel a golpes (y hasta mordiscos)… pero aún así nadie fue capaz de descifrarlo.

Casi 200 años pasaron hasta que en 1923 la señora Rosé Savy durante un paseo por una playa del distrito de Bel Ombre en Mahé, avistó unas marcas extrañas esculpidas en unas rocas.


Pensó que podía tratarse de señales piratas y, atraída por la curiosidad, obtuvo una copia del criptograma de "El Gavilán" con ayuda de un sobrino archivero y conocedor de Levasseur.Pero, incapaz de descifrar el enigma, la señora Savy abandonó la búsqueda y vendió el papel a Reginald Cruise-Wilkins, un ex guardia de Coldstream, famoso regimiento del Ejército del Reino Unido que protege las residencias oficiales de la monarquía británica quien había descifrado códigos secretos con el Ejército y, tras examinar el documento, comprobó que se basaba en la simbología masónica. El ex militar llegó a una conclusión: Levasseur enterró el botín de acuerdo con un complejo acertijo inspirado en los "Doce trabajos de Hércules" de la mitología griega, que representan las pistas que hay que decodificar para localizar el tesoro. Cruise-Wilkins rastreó y excavó durante 27 años el litoral de Bel Ombre, pero tras empeñar ahorros y salud en la búsqueda, en una cueva encontró viejas pistolas, monedas, sarcófagos piratas y estatuas de porcelana, nada más… Murió en 1977 antes de descifrar un último eslabón del criptograma. Ahora su hijo John Cruise-Wilkins, heredó el ímpetu de seguir con la búsqueda de este tesoro que se estima tendría hoy un valor de unos 250 millones de dolarés aunque si llegara a descubrirse, "el 50 por ciento sería para el Gobierno por ley".


El botín de Levasseur representa "el Santo Grial de la piratería, como el faraón Tutankamón lo es para la egiptología", sostiene el historiador, que ha escudriñado, palmo a palmo, más de dieciséis hectáreas de terreno costero en Bel Ombre. "No me canso, pero he perdido todo mi dinero en esto. Le he dedicado toda mi vida", admite Cruise-Wilkins, que necesita financiación para poder cumplir su sueño. El "hombre del tesoro", como le llaman en Mahé, ha desenterrado huesos, pistolas, balas de mosquetes y estatuas, pero ni un sólo lingote de oro.

Sin embargo, se resiste a tirar la toalla porque no sólo quiere reivindicar a su padre, sino "vencer al pirata en su propio juego"… y al día de hoy siguen buscándolo.

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